VÍA CRUCIS EN LA HORA DE LA MISERICORDIA
Padre Eterno, te ofrezco la dolorosa Pasión de Jesús para el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero.
Por su condena a muerte, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la cruz que le fue cargada sobre sus espaldas, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su primera caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por las lágrimas de su Madre que vino a su encuentro, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su angustiosa fatiga por cuya causa se debió obligar a un hombre a ayudarlo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la compasión de la mujer que le enjugó el rostro ensangrentado, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su segunda caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por las palabras que EL dirigió a las mujeres que lo compadecían, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su tercera caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por aquella brasa de dolor que presentaba su cuerpo cuando fue despojado de sus vestiduras, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la horrible transfixión de los clavos que atravesaron sus manos y sus pies, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por el Agua y la Sangre que brotaron de su Corazón como “fuente de todos los bienes para nosotros” (San Pedro Canisio), ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la imagen de todos los dolores que ofrecía su Madre cuando lo tenía muerto entre sus brazos, a tal punto que aún hoy llamamos a esa escena “La Piedad”, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la piedra que se cerró sobre su sepulcro, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Padre Eterno, te ofrezco la dolorosa Pasión de Jesús para el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero.
Por su condena a muerte, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la cruz que le fue cargada sobre sus espaldas, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su primera caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por las lágrimas de su Madre que vino a su encuentro, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su angustiosa fatiga por cuya causa se debió obligar a un hombre a ayudarlo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la compasión de la mujer que le enjugó el rostro ensangrentado, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su segunda caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por las palabras que EL dirigió a las mujeres que lo compadecían, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por su tercera caída, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por aquella brasa de dolor que presentaba su cuerpo cuando fue despojado de sus vestiduras, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la horrible transfixión de los clavos que atravesaron sus manos y sus pies, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por el Agua y la Sangre que brotaron de su Corazón como “fuente de todos los bienes para nosotros” (San Pedro Canisio), ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la imagen de todos los dolores que ofrecía su Madre cuando lo tenía muerto entre sus brazos, a tal punto que aún hoy llamamos a esa escena “La Piedad”, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por la piedra que se cerró sobre su sepulcro, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
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