“Oh Jesús, tu Corazón traspasado es el océano de infinita Misericordia de donde manan, copiosamente, tu Sangre y Agua. Sangre que libera nuestros pecados, y Agua que purifica y vivifica nuestros corazones. Tú eres la fuente abierta de salvación, en la cual deseamos sumergirnos para ser transformados con el poder redentor de tu Misericordia.
Jesús, tú nos has ofrecido en esta imagen de tu Corazón Misericordioso revelada a Santa Faustina, un recipiente por el cual podemos venir a la fuente de Misericordia para recoger, sin límites, gracias abundantes de conversión, sanación y redención.
¡Oh Jesús, en ti confío! En ti confío mi vida entera, mi corazón, mis temores, mis fragilidades, mis sueños y todos mis sufrimientos, los del cuerpo y los más íntimos de mi corazón.
¡En ti confío, Oh Misericordia Divina! Tú que miras mi debilidad con ojos compasivos; que levantas mi miseria con el poder de tu amor; que das vida a mi esterilidad y que confías en mí a pesar de mí mismo. En ti confío, tú que calmas las tempestades del alma y las grandes tormentas que azotan la barca de nuestras vidas, familias, comunidades y naciones. En ti, Jesús, confío el pasado que de tantas formas nos aplasta; el presente que nos inquieta y el futuro que tantas veces nos angustia.
¡Oh Corazón Misericordioso! En tu llaga bendita nos escondemos, descubriendo allí nuestro refugio y descanso... nuestra paz. En el inmenso océano de tu Corazón, nos sumergimos hoy, nosotros pecadores, esperando con confianza el don más hermoso de tu amor por la humanidad: Tu Misericordia”.
Jesús, tú nos has ofrecido en esta imagen de tu Corazón Misericordioso revelada a Santa Faustina, un recipiente por el cual podemos venir a la fuente de Misericordia para recoger, sin límites, gracias abundantes de conversión, sanación y redención.
¡Oh Jesús, en ti confío! En ti confío mi vida entera, mi corazón, mis temores, mis fragilidades, mis sueños y todos mis sufrimientos, los del cuerpo y los más íntimos de mi corazón.
¡En ti confío, Oh Misericordia Divina! Tú que miras mi debilidad con ojos compasivos; que levantas mi miseria con el poder de tu amor; que das vida a mi esterilidad y que confías en mí a pesar de mí mismo. En ti confío, tú que calmas las tempestades del alma y las grandes tormentas que azotan la barca de nuestras vidas, familias, comunidades y naciones. En ti, Jesús, confío el pasado que de tantas formas nos aplasta; el presente que nos inquieta y el futuro que tantas veces nos angustia.
¡Oh Corazón Misericordioso! En tu llaga bendita nos escondemos, descubriendo allí nuestro refugio y descanso... nuestra paz. En el inmenso océano de tu Corazón, nos sumergimos hoy, nosotros pecadores, esperando con confianza el don más hermoso de tu amor por la humanidad: Tu Misericordia”.
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